martes, 5 de junio de 2012

UNA DAMA DE HIERRO EN MI VIDA

UNA DAMA DE HIERRO EN MI VIDA

Por :Boris Torres Melgarejo.


                     Esta mujer tenía de Margaret Thatcher,lo mismo que yo de Bill Clinton.

                     Yo debìa tener algo de 6 ó 7 años para entonces, los sábados que no había colegio, papá me llevaba a los terrenos de cultivo, según él para ayudarlo, pero al final terminaba jugando con mis soldaditos y los juguetes que llevaba en mi mochila. Fué así que un día de mucho frío y de poca comida, llegué a parar a casa de aquella mujer, de la mano de mi padre. A esa edad, los niños solemos ser muy despistados, pero yo la recuerdo, así como recuerdo su casa y las divisiones dentro, los sauces alrededor y el viejo camino cerca del río.

                      Recuerdo que al escuchar su voz me escondí detrás de mi padre; era como un golpe agresivo de karate, pero sus ojos tenían una dulzura que sólo los corazones buenos pueden esconder; su cabello largo, sus ojos rasgados y su parada algo tosca me intimidaban, aún así -por lo que entendí- debía pasar el resto del día en su casa.

                      Papá siempre ha sido un hombre noble, creo que más le dolía a él dejarme, que a mí quedarme en casa ajena. Lo ví despedirse con su mano en alto hacia el cielo, como lo hace hasta ahora cuando me ve venir, a lo lejos.

                      Me llevaron dentro de la casa; afuera todo parecía muy tranquilo, adentro, una sarta de chinitos correteaba haciendo bulla; y haciendo una comparación, parecía la novela de Los Tres Mosqueteros en versión japonesa: Mauricio era como Porthos, el más grande, el más tosco, el más terco; Enrique, muy parecido a Athos, muy sensato, sereno, era como el brazo derecho de la reina; Eduardo, de Aramis no tenía nada, pero era inquieto y revoltoso; luego estaban la princesa Sofía y el heredero al trono, Alfredo, que serìa como el príncipe Felipe. Yo, el D'Artagnan de la historia, había llegado para unirme a los mosqueteros.

                      Era una familia muy humilde, pero la unión familiar era muy especial en ese lugar; la hora de comer era algo simpático; todos se acomodaban a la mesa y era el mismo alboroto que al jugar, eso, mientras no llegaba la reina madre a poner orden.

                       Pasé varios veranos e inviernos en aquel lugar y a mi edad  era complejo sentirme parte de otra familia y pensar o esperar que ella inconscientemente me había adoptado. El llegar a su casa ya era normal para mí, así como sentarme a esperar mi almuerzo y mientras tanto yo pensaba, en qué momento se aparecían Rambo o Chuck Norris, a rescatar a tantos chinitos juntos.

                     De repente un día, todos aquellos buenos ratos dieron un giro enorme y este mosquetero debía hacerse a un lado: todos ellos se mudaron. Aquella mujer de voz pesada y carácter complejo se fué a Japón, buscando que todo sea mejor para ella y sus pequeños samurais. Alguna vez escuché que los chicos estaban bien, que vivían por Chorrillos o Barranco, no recuerdo exactamente, pero a partir de ese momento pasaron casi diez largos años, hasta que nos volvimos a encontrar.

                      Para entonces papá, lo único que cultivaba era su inmenso amor por mi hermana y yo; había puesto una tienda con el dinero de su jubilación y yo estaba estudiando para entrar a la Universidad. Aquella tarde que la volví a ver, nada había cambiado: el mismo cabello largo, la misma voz gruñona, el mismo carisma; la saludé sin más porque el tiempo nos había olvidado de alguna manera, ella de seguro pensaría: "cómo ha crecido este muchacho, pero sigue igual de feo".

                     De repente, luego de aquella tarde de invierno, empezó a visitarnos de vez en cuando y yo me acerqué a su familia de nuevo, ya todos estaban grandes y por razones que no caben en esta historia, ambos llegamos a adoptarnos: "Madre... ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu madre"; a mi parecer, eso pasó, no sé si para ella significaba lo mismo, pero la conocí mucho mejor en aquel tiempo; conocí sus manías, como el café y el cigarro, de las cuales me quedé con la del café pasado, conocí su pasión por la lectura y su vicio por los crucigramas; algunas tardes la encontraba llena de enciclopedias sobre el sillón, buscando la respuesta del Geniograma del periódico "El Comercio"; se devoraba todos los libros que tenía en casa, libros que yo me había pasado años tratando de leer y comprender.

                      Nos sentábamos a conversar de la vida y de nuestros sueños, de cómo sería nuestras vidas en algunos años, me cortò el primer mechón de cabello cuando yo ingresé a la Universidad y de vez en cuando tuvo la confianza de llamarme la atención por lo que hacía mal, aún cuando yo me resentía. Su adicción a la lectura se me quedó, la veía criticar y corregir a los redactores de "El Comercio" o de la revista "Somos", que salía los sábados; y yo pensaba, cómo una mujer, al parecer tan sencilla, tenía tanto talento escondido y por qué nunca escribía nada. Las pocas veces que me animé a escribir, me corregía la ortografía y hasta renegaba de cómo acomodaba las frases, pero así era ella.

                      La vida nos alejó de nuevo y regresó a Japón, resentida conmigo por malos entendidos con terceros; ya no hubo tiempo para disculpas, ni para abrazarnos, ni para 100 gr. de puro café, como tanto nos gustaba. Luego de eso, toda la familia se volvió a ir del vecindario y con ellos se fueron los recuerdos de una mamá sustituta que me dió cobijo en mi adolescencia. Nos volvimos a perder por muchos años, nacieron mis hijos y sus nietos, la soledad me obligó a escribir y compartir mis sentimientos, en medio de una imaginación que hasta ese momento desconocía y nos alejamos todo lo necesario para poder seguir con nuestras vidas, tal vez, con la esperanza de encontrarnos algún día.

                        La vida termina haciendo su trabajo, al igual que el tiempo. Una noche, luego de doce años, me mandó un mensaje por el Facebook; lo leí muchas veces para entender que era ella y que ese mensaje era para mí, porque decía: "Hijo mío,al fin te encuentro", las lágrimas se me cayeron en medio de tantos recuerdos y tanta nostalgia; luego contesté aquel mensaje y luego vinieron otros más hasta que pudimos usar la cámara web y vernos un ratito y escuchar nuestras voces.

                        Ella sigue en Japón y sigue igual también, el mismo cabello largo, la misma mirada tierna rebuscada, la misma voz de golpe mortal  ( "kiaaaa...") y la misma forma de decir  "Te quiero, hijo". Dice que sigo siendo el mismo chiquillo aventurero y soñador que dejó a los 18 años, que casi nada en mí a cambiado; pero la vida nos ha hecho madurar a los dos, ahora estamos más calmados, ya no vamos tan aprisa ni a tantos lados a la vez, ahora podemos decir lo que sentimos con más amor que antes.

                           Ahora yo prefiero que corrija lo que escribo antes de subirlo al blog, pero sé que luego vendrá la crítica y las correcciones y para otras personas eso sería incómodo, para mí es como tenerla cerca, muy cerca.

                          Tal vez ,yo no escribo para el "Somos", acà en Perú, pero hoy escribo para ella, creo que se lo debo, por todos los años que no pude decirle cuànto la quería.~



Publicado por Btorres el viernes,30 de marzo de 2012 en el blog PASEANDO POR MI CORAZÓN   (  http://btorresmelgarejo.blogspot.com  ) y transcrito en el presente blog,con el permiso del autor.


                         /~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/~/


Mi agradecimiento a Boris, hijo en mi corazón, que se tomó el trabajo de dedicarme esta crònica, la primera mención escrita en letras de molde, a esta humilde aficionada a las letras, que a la vez , le agradece el haberme iniciado en el mundo de Blooger; considero que la creación de LOS CAMINOS DE LA MEMORIA, se debiò en gran medida al estímulo que recibí de parte de él para incursionar en esta maravillosa experiencia literaria. Visto de ese modo, es más lo que yo le debo a mi querido Boris, porque despertó en mí la inspiración inicial, tantos años dormida en el fondo de un espíritu encadenado a la rutina de una vida que empezaba a languidecer y que hoy vuela libre, para proclamar que estoy aquí, que existo y que todo tiene sentido si perseguimos nuestros sueños y conquistamos espacios, aunque no siempre lo logremos . La bùsqueda ya es un comienzo. Gracias,hijo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dèja tu comentario aquì,por favor.