Adolfo y yo celebrando el cumpleaños |
EDAD DORADA
Estoy iniciando una nueva gran etapa en mi vida. Ayer completé sesenta años de mi paso por este extraño y bizarro mundo y hoy despierto otra vez de cara al destino y los retos que me esperan a partir de este punto en el camino.
Confieso que durante mucho tiempo me pregunté que sucedería al llegar a la llamada "tercera edad" y ahora me cuestiono si existen las edades ordenadas de ese modo; ¿cómo pasé yo de la "primera" a la "segunda" y cuándo ocurrió ese momento?. Luego llega a mí, la gastada fórmula de -"mantener el espíritu joven para no sentir el paso de los años"-, -"ignorar la palabra vejez para que ésta no se adueñe de tus pensamientos a futuro"-, -"mirar siempre adelante y dejar atrás el pasado"-... y toda esa retórica que acostumbramos a escuchar durante años; pero es justamente ahora cuando me detengo a pensar en lo que realmente significa para mí, el hecho de haber llegado a lo que en el Perú llamamos "la base seis"; sesenta años que son pocos y muchos a la vez; que recibí tanto y me faltó más; que acumulé experiencia y aprendí poco; que me llené de proyectos que se fueron quedando adormecidos en el camino.
Con Alfredo,23 de Mayo de 2013 |
El novelista y Premio Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, pone en boca de Santiago Zavala, protagonista de su novela "Conversación en la Catedral" la conocida frase "¿...en qué momento se jodió el Perú?..."; y desde mi personal perspectiva, retomo la pregunta para cuestionarme: -"...¿en que momento se jodió mi vida?...".
Suelo escribir historias cargadas de sentimientos de alegría, nostalgia o tristeza porque escribo desde todas las etapas de mi vida: desde los recuerdos ajenos de quienes me precedieron hasta la soledad de mis actuales vivencias y no es mi intención ensombrecer con pesadumbre y dolor este artículo. Pero la pregunta no pierde validez si se trata de analizar el momento que motiva el escribir estas líneas.
No hay un punto de partida que sirva de referente para encontrar respuestas a una pregunta así, porque todo es producto de nuestra percepción ante los acontecimientos que forman una vida. Ni siquiera el momento de la concepción de un ser puede ser considerado el punto de partida,... al menos, esa es mi forma de pensar; el problema no es enredarnos en filosofías baratas sobre -"que hubiera pasado si..."- ... porque ya pasó y no existe máquinas del tiempo que enmienden nuestros desaciertos.
En la cima del Everest |
En este punto de mi vida, voy a construir mi mundo desde una nueva perspectiva; ... y supongo que seguiré errando y enmendando mis faltas, porque un cumpleaños no me hizo más sabia ni menos torpe, pero no me daré por vencida, no mientras pueda rescatar los sueños que aún conservo, no mientras pueda forjar proyectos viables ...y hasta los supuestos "inviables". Ayer, mientras yo cumplía 60 años, el japonés Yuiichiro Miura, de 80 años de edad, coronaba por tercera vez la cima del Everest, la montaña más alta del mundo, que se encuentra a 8,848 metros sobre el nivel del mar a pesar de que, en Enero pasado, fué operado del corazón y sufrió hace dos años de una fractura de cadera; sus anteriores escaladas al Everest las realizó a los 70 y 75 años de edad... y se considera capaz de hacer un cuarto viaje al techo del mundo. Con semejante ejemplo, ¿de qué me puedo quejar?.
Escalando el Everest |
El señor Miura es la versión más actualizada de lo que puede hacer un hombre cuando la constancia y la voluntad para lograr un objetivo, lo eleva por sobre cualquier cuestionamiento ajeno que quiera frenarlo. Y con respecto a esta hazaña alcanzada por un octogenario, yo pienso que la clave del éxito se resume en una sola palabra: AMOR. El anciano llegó a la cima apoyado por su hijo, el señor Gota Miura, quien lo acompañó en todo momento y le dio la fuerza de su amor filial para que lograra el sueño de convertirse en el hombre más anciano que haya escalado el Everest y ante tal proeza, yo me quitaría el sombrero (si lo tuviera).
Yuiichiro Miura |
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