miércoles, 9 de mayo de 2012

DÌAS DE HOSPITAL


DÌAS DE HOSPITAL

                         Ingresar internado a un hospital puede ser en sì mismo,un hecho desagradable,si tenemos en cuenta que normalmente,un hospital no es lugar al que se vaya simplemente de paseo.Sin embargo,mi experiencia personal en ese tema ,dista mucho de lo que,supongo,debe pensar la mayorìa de personas.

                         En 1994,me encontraba en la ciudad de Toyota,trabajando en una fàbrica de autopartes y gozaba de una salud relativamente aceptable.La mayorìa de los peruanos que vivìan en mi vecindario,parecìan sentir una cierta aversiòn a los centros hospitalarios de Japòn.Se creaban historias - que ya parecìan leyendas urbanas - sobre los hospitales locales.

                          Tal vez los temores se iniciaban a partir del desconocimiento del idioma y lo difìcil de la comunicaciòn frente al mèdico y las enfermeras que debìan atender a extranjeros que  llegaban sin poder exponer los sìntomas que sufrìan.La consecuencia fuè que los peruanos,brasileños...(la lista es larga),los extranjeros en general,optaban por automedicarse,recurrìan a los familiares y amigos de sus paìses de origen,para proveerse de medicinas bàsicas (y algunas no tan bàsicas),se hablaban tantas cosas negativas sobre las experiencias de tal o cual,que se terminò por generalizar el asunto y los mèdicos,satanizados y criticados por la colonia extranjera,acabaron por sembrarme dudas sobre lo que serìa de mì si en algun momento,me llegara la hora de enfrentar tal situaciòn.Y la hora me llegò.

                         Comencè a visitar el Hospital Kamo de Toyota al poco tiempo de mudarme a esa ciudad;en mi vecindario abundaban las pequeñas clìnicas de consultas,en todas las especialidades que se puedan imaginar,pero por alguna razòn,yo preferìa el hospital general y lo primero que observè - y admirè - fuè la increìble calidad de atenciòn al paciente.Desde el guardia de seguridad que encuentras en la puerta,el personal administrativo,mèdico y el de servicio de limpieza,priorizan la atenciòn al paciente de una manera muy eficiente.Lo cierto es que,a pesar de saberse en un hospital,el tiempo suele pasar con menos desagrado si uno se sabe bien atendido y eso lograba que fuera con cierto ànimo,a pesar de los malestares que pudieran llevarme allì.

                         Mi experiencia en hospitales de Perù se reducìan a las cuatro veces que fuì a dar a luz a mis cuatro hijos y uno que otro percance menor de lo que no tengo muchos recuerdos,pero es aquì en Japòn,que me tocò vivir historias bastantes difìciles con respecto a este tema.Y es asì que al tercer año de mi llegada a este paìus tuve que enfrentar el hecho de que el càncer invadìa mi vida,afortunadamente en una fase intermedia. 

                         Solìa acercarme al hospital cada tres o cuatro meses,por cosas tan triviales como una gripe o algùn problema gastrointestinal,porque detestaba ir a una farmacia a comprar medicinas por mi cuenta;fuè asì que,cada vez que iba al hospital,tomè la costumbre de acercarme al consultorio de ginecologìa para pedir una prueba de càncer,màs conocido como Papanicolao,a veces con tan poco intervalo entre una y otra prueba que,sospecho,las enfermeras empezaban a incomodarse,pero como nunca abandonaban su sonrisa yo seguìa yendo una y otra vez.

                         Creo que eso salvò mi vida porque un dìa el resultado cambiò y por primera vez,tuve que enfrentar a un mèdico - demasiado serio para mi gusto - tratando de explicarme lo que estaba sucediendo.Pienso que su mayor preocupaciòn era lograr que yo comprendiera,palabra a palabra,lo que debìa decirme,porque la ùnica traductora del hospital -una enfermera brasileña que laboraba allì - estaba aquel dìa de descanso.El mèdico se esmerò en trazar dibujos y diagramas para ayudarse en su explicaciòn y al final me quedò muy claro: el mundo habìa cambiado de color y el futuro era apenas un signo de interrogaciòn.

                         Mis hijos se encontraban estudiando en Perù y yo pensaba en el siguiente paso a seguir;despuès de unos meses de observaciòn mèdica y al no obtener mejorìa,se me sugiriò una histerectomìa,fuè entonces que decidì volver al Perù para ver a mis hijos.Permanecì un mes con ellos y luego regresè a Japòn para someterme a la operaciòn y al tratamiento posterior que resolviò el problema.

                         Los meses que permanecì en el hospital,me dieron un nuevo enfoque sobre las experiencias de vida en Japòn.El hospital,visto por dentro,puede resultar interesante,si no pensamos en la parte dolorosa del asunto.Interactuar con mèdicos,enfermeras e incluso,con los otros pacientes del piso del hospital donde me encontraba internada,fuè realmente una buena oportunidad para conocer otro aspecto de la vida en este paìs.

                        Tuve tres compañeras de habitaciòn,todas con càncer terminal y las conversaciones que tenìamos eran sobre la vida,las cosas que planificaban para el futuro,las bromas y anècdotas de hospitales y a veces,nos reìamos tanto que venìan las enfermeras para pedirnos que no hicieramos tanta bulla.Pero igual,hasta el mèdico de servicio terminaba contagiàndose de nuestras risas y participando de nuestras bromas,creo que era la habitaciòn màs alegre del piso.Habìa momentos en que olvidaba por què estaba allì.Cuando me dieron de alta,me costò un poco despedirme,porque fuè la primera vez que las cuatro compañeras de cuarto,sentimos nuestras voces quebrarse y los ojos hùmedos de tristeza;recuerdo que una de ellas me deseò que no volviera nunca màs a una cama de ese hospital.Y asì fuè,seguì un tratamiento como paciente externa hasta que el mèdico me anunciò que todo estaba bien y que podìa volver a mi vida normal.

                         En los años posteriores me pasò un poco de todo : un problema en el seno izquierdo que implicò una dolorosa biopsia que,afortunadamente,resultò negativo,una hernia discal que me retuvo dos meses en cama hasta que recuperè el movimiento de mi pierna izquierda y en el interìn,yo volvìa al trabajo,intentando recuperar el tiempo perdido.

                         Desde entonces,las visitas a los centros hospitalarios,se hicieron un tanto rutinarios por algunos años hasta el verano del 2008 en que un accidente de trabajo me enviò de nuevo al quiròfano,esta vez por un motivo diferente : un tendòn en el hombro izquierdo se habìa partido y fuè necesaria una intervenciòn quirùrgica para intentar reparar el daño ; esta vez permanecì tres largos meses internada en el Chubu Rosai Hospital de Nagoya,especializado en esta clase de problemas,porque el proceso de rehabilitaciòn se complicò demasiado.

                         A pesar de los esfuerzos del personal de rehabilitaciòn,no conseguìa recuperar la movilidad total de mi brazo y tuve que volver a casa,para seguir el proceso de forma ambulatoria en el Sakura Hospital de mi localidad.Un año despuès de la operaciòn,volvì a mi centro de trabajo,para laborar en un àrea,supuestamente màs acorde con mi nueva situaciòn fìsica.El resultado fuè que las nuevas obligaciones,afectaron la hernia discal que me acompañaba desde hacìa unos años,lo cual significò otra visita al quiròfano; segùn me explicò el mèdico,la hernia habìa adquirido la dureza de un cuerpo òseo,por lo que debìa remover una vèrtebra para extraerla.Las perspectivas a futuro no parecìan muy alentadoras y màs de una persona,me hablaron de la posibilidad de quedarme sin poder caminar despuès.

                         Si me pongo a evaluar cuales son mis preferencias,yo dirìa que elijo ponerme en las manos del cirujano - que dicho sea de paso,era un anciano que hacìa dudar a cualquiera - antes que seguir arrastrando mi pierna y mi autoestima por la calle.Considero que soy fuerte ante el dolor fìsico,pero el malestar ya estaba superàndome,asì que cerrè mis oidos a los comentarios bien intencionados de parientes y amigos y me sometì a la bendita operaciòn.

                         La mano preciosa del mèdico obrò el milagro y 24 horas despuès,yo conseguì- aunque lentamente - dar mis primeros pasos en la habitaciòn del hospital;cualquiera al verme,creerìa que sòlo me habìan extraìdo una muela.De cualquier forma,nadie queda total e ìntegramente restablecido de una operaciòn semejante.Ahora las sesiones de terapia son diarias y sospecho que,a estas alturas de mi vida,es lo que corresponde hacer.Pero los malestares.cuando las hay,son bastante tolerables y lo mejor de todo es que no quedaron secuelas externas visibles;lo ùnico que debo hacer es tomar medidas  para no forzar al organismo y entender de una vez por todas,de que ya no tengo veinte años (...hace tiempo...jeje). 

                         Ya perdì la cuenta de cuànta gente nueva conocì en estos ùltimos años,a raìz de los ùltimos sucesos hospitalarios,tanto en el Chubu Rosai Hospital,como en el Sakura Hospital: mèdicos,enfermeras,pacientes,etc.etc....y cuàntos supuestos "amigos" perdì en el proceso,porque es en esas circunstancias,que puedes discernir mejor sobre el asunto de lo que significa la amistad,el amor,la solidaridad y la preocupaciòn autèntica  de los seres que te rodean.A veces pienso que los malestares del espìritu duelen màs que los dolores fìsicos,las penurias econòmicas o los problemas laborales.

    

                 Hoy trato de salir adelante con mi vida y espero seguir enfrentando los retos de este mundo.Mientras camino,voy despejando poco a poco,las piedrecitas que encuentro a mi paso.El sendero a veces se angosta y hay que desbrozar la hierba que estorba mi andar; pero sigo caminando y como dice Juanes,"...vienen tiempos buenos y los malos ya se van...

 Los ex-pacientes minusvàlidos del Chubu Rosai Hospital.crearon una banda musical y hoy recorren hospitales de todo el paìs,con mensajes de amor y esperanza.




                            

                         

                           

                         

                         

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